jueves, 15 de mayo de 2014

"Grow Up"

marzo de 2014
Un segundo relato que se nos pidió en clase. Esta vez debíamos empezar con la frase "Ese verano no había olido el mar, me había quedado...". Y aunque lo que yo he escrito no tenga demasiado que ver y cambie el asunto por completo a quedado algo así...




Ese verano no había olido el mar, me había quedado sin aquella ocasión tan anhelada de caminar con los pies descalzos sobre la arena húmeda, tranquila, consiguiendo esa perfecta sensación de paz. Aquel año era distinto a los demás. Dieciocho años recién cumplidos que conllevaban una parte mala. El futuro. Había muchas, demasiadas decisiones importantes que podrían llevarme por el buen camino o derrumbarme al minuto. Iba a repetir la prueba de selectividad en septiembre para conseguir una media superior y pensé en lo que vendría después. Empecé a darle vueltas al asunto y en ese instante sucedió. Ese momento cuando sabes que ya no puedes simplemente tirarte en el suelo con tu caja de juguetes, dispersarlos por tu cuarto y jugar con ellos durante horas. No. Te das cuenta de que esos dieces que  solías obtener, ya no valen. Nada. La vida ya no es tan fácil como en esos tiempos. No es como tú la imaginaste durante esas noches en las que corrías hasta tu cama para dejar sollozos incomprendidos en tu almohada y pedías por favor crecer. Ahora todo es a la inversa. Me encantaría tener una máquina del tiempo y así apreciar los viejos programas de televisión, que ahora que vuelvo a ver, me doy cuenta que siempre fui demasiado joven para ellos. La presión crece. Tienes encima de ti advertencias, “cuidado con el alcohol”, “cuidado con las drogas”.
Estoy confundida y asustada. Muy asustada. No sé que me deparará el futuro. Trato de ser positiva pero es duro. Siempre hay un obstáculo frente a ti que impide que avances. Ya no hay, es más, ya no debe haber la posibilidad de que alguien se responsabilice cuando yo me veo incapaz de ello. No. No porque ahora soy yo es “alguien”. Tus responsabilidades cambian y hasta tu mente llega a cambiar. Ya no piensas igual. Cada día aprendes cientos o miles de cosas nuevas.
La cabeza te acaba doliendo, al borde de estallar. Tus sentimientos están confusos a la vez. No sabes qué hacer, pero sé que todo esto es necesario. Porque he crecido, debo saber de la vida y aprender de ella. Conseguir controlarlo todo, absolutamente todo lo que se te ponga en frente. Debo hacerlo, porque ya no soy una niña, mis temores ya no son cuentos infantiles de miedo. Ahora le temo al fracaso, a la soledad, a la falsedad e hipocresía que hay en el mundo. Comienzas a tener ideas revolucionarias que crees que pueden cambiar al mundo. Das tu opinión y nadie te toma en cuenta porque eres mayor, pero no lo suficiente. Nunca es suficiente. Quieres comerte el mundo pero sientes que él te está comiendo a ti. Hoy conozco ya la decepción, conozco la corrupción. Abro los ojos y veo que el mundo está podrido y quiero llorar. Llorar sin saber exactamente la razón.
“Llora. Llorar está bien”, dicen todos. Te lo repiten y aunque tú sabes que es verdad y quieres creerlo, no puedes, ¿por qué iba a estar bien algo que te deja tan mal? Pero es verdad, llorar está bien. Explotas toda la rabia que tienes dentro. Rabia acumulada porque no vas a tener todo lo que siempre deseaste. No de una forma tan fácil. Llorar porque estás viviendo en la realidad y no en una de esas series a las que eres adicta. El mundo no es sencillo. Ni un poquito.

Todo es difícil. La vida es difícil. Pero lo conseguiré. Porque ya soy adulta. Una adulta que toma sus propias decisiones. Ya he crecido y poco a poco estoy madurando. Cada día seré una mejor persona, que si bien tal vez no cambie el mundo, se cambiará el mío propio. Mi versión personalizada. Tengo que luchar por mi propia felicidad, y en cuanto alcance esa meta podré calmarme y volver a caminar por la orilla del mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Deja tu comentario!